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El perdón y la reconciliación: El verdadero significado de la Navidad

“La Navidad es un momento ideal para poder reconstruir lo que el tiempo y la indiferencia están destruyendo, nuestra costumbre y tradiciones”. Cómo poder volver a gozar de esa alegría y plenitud cuando éramos niños y esperábamos esta fecha con tanta ilusión y anhelo, escribíamos cartas para enviárselas a Papa Noel, nos juntábamos a la mesa para compartir con la familia, reunidos todos al calor del hogar nos mirábamos sonrientes, tomando un chocolate caliente, escuchando con atención a las palabras del abuelo, o riendo ante las ocurrencias de algún tío o tía.

En el siglo XXI apenas nos vemos a las caras, todos están apurados, estresados y con la idea de saberlo ya todo a un click, en la mesa los jovencitos con los ojos clavados en el celular; los niños con inteligencia precoz (característica de este siglo) se ríen ante la imagen de escribir bajo el árbol navideño una carta hasta el polo norte, y lo más lamentable: familias rotas por la desilusión, divididas por algún motivo, sin considerar la fugacidad del tiempo.

Para Dios nada es imposible, es la fuerza creadora que permite que las cosas sean y dejen de ser, y es así que en una fecha como ésta envió al Salvador del Mundo, para dejar una lección de amor y sacrificio, por medio del perdón de los pecados y la reconciliación.

Es cierto que muchas personas piensan que es difícil amar a quien no corresponde, pero el maestro Cristo enseñó que no hay mérito alguno en amar a quien nos ama, y es precisamente a los enemigos a quienes hay que amar, es decir, a todas aquellas personas difíciles, que nos causan desasosiego, tristeza y hasta incluso ira. Regalándoles una sonrisa sincera podremos ganarnos la voluntad de Dios y quizás hasta lleguemos a cambiar el corazón de esas personas difíciles de tratar.

La Navidad es un momento idóneo y especial para poder reconciliarnos entre hermanos, de manera que podamos estar libres de cualquier sentimiento que nos mantenga atados al pasado. Es verdad que resulta difícil olvidar algunas ofensas que han herido nuestro corazón, porque a veces las palabras lastiman mucho más que un golpe, pero, de todos modos, la esencia navideña nos recuerda que somos humanos y también fallamos muchas veces e incluso ofendemos sin darnos cuenta.

En este sentido, es importante cultivar la  misericordia en nuestros corazones, para poder comprender la inmensidad del universo infinito y la pequeñez de nuestros problemas, así como  la insignificancia de nuestro orgullo que termina de un momento para otro. Sabiendo esto, podremos darnos cuenta de que el amor y la misericordia deben ser virtudes divinas que están más allá de la lógica humana, dialéctica y maniquea. Dios es grande y vive en la infinitud del amor.

“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”. (Tito 3:4-7)

De manera que nuestras obras son nada comparadas a la justicia eterna que aguarda por cada uno de nosotros, por lo mismo no debemos afanarnos por nada ni por nadie, los males del siglo tienen su fin, pero el amor es infinito y vence cualquier adversidad. Una palabra clave para poder ser llamado cristiano, es la misericordia.

Según su etimología, la palabra misericordia proviene del latín, son dos voces compuestas formadas por miser (miserable o desdichado) y cor o cordis (corazón), es decir la capacidad de sentir pena en el corazón por compasión.

Entonces sabiendo nuestro destino y conociendo la función de la palabra en el mundo  comprenderemos el pensamiento que el sabio Rey Salomón imprimió en sus escritos eclesiásticos; todo es vanidad y un esforzarse contra el viento, lo cual no debe llenarnos de angustia, desilusión y miedo, al contrario debe fortalecer nuestros corazones para resistir las penas y las decepciones. Haciendo frente a la adversidad con alegría y valentía, el más fuerte no es el que golpea más duro sino quien resiste con mayor entereza, sin resentirse ni desear mal.

Esta Navidad debe estar impregnada del mismo sentimiento esencial de la pascua, que es pasar por alto las ofensas así como Dios pasa por alto nuestras faltas, hacerlo implica tratar de evitar en incurrir en el pecado, no es fácil pero sí puede lograrse con esfuerzo y sobre todo misericordia; nuestro mayor ejemplo de amor debe ser Cristo, el arquetipo de virtud.

“Es Cristo quien hace al hombre consciente de su estado pecaminoso. Es Cristo quien es la garantía del hombre de que Dios es Amor Infinito” (Soren Kierkegaard).

Que esta Navidad sea la oportunidad para llamar a ese familiar distanciado y pedirle perdón, buscar aquel amigo enojado y regalarle un sincero abrazo, tomar de la mano a la pareja y prometerle fidelidad, y lo más importante: mirarnos al espejo y perdonarnos a nosotros mismos, ser felices como somos, pero no dañar al prójimo, más al contrario ejercer una labor de servicio a la sociedad, a los más necesitados.

Que Dios derrame el perdón y la reconciliación entre todos, y que su gracia infinita en amor y misericordia impregne el ambiente de nuestra ciudad, y que desde Cochabamba, corazón de Bolivia, irradie la concordia a todas las criaturas de Dios.

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